Como cultivar Marihuana paso a paso (parte 1)
Cultivar por otra parte te conectará con la naturaleza, te enseñará a entender la manera en que danzan la energía y los nutrientes en el tiempo, desenvolviendo el maravilloso diseño de la vida vegetal.
La marihuana, cannabis es una planta largamente conocida por la humanidad que se ha utilizado tanto para la fabricación de fibras como para la alimentación, uso medicinal, mágico y ritual. Su presencia en la historia humana ha sido de gran importancia. Por ejemplo, toda la navegación que desde el siglo XVI nos permitió crear la noción de mundo que ahora tenemos, fue impulsada y manejada con velas y cuerdas fabricadas a partir de cannabis.
Su cultivo se ha extendido ampliamente por el planeta y se han cruzado y mejorado plantas para conseguir variedades con características muy específicas según su uso. Estas variedades mejoradas, parten de tres variedades iniciales cuyos rasgos se pueden generalizar.
La primera es la cannabis sátiva extendida en zonas cercanas al Ecuador en América, Asia y Africa, que es más bien alta, de hojas alargadas con ciclos de floración de 60 a 90 días, con efectos básicamente estimulantes y antidepresivos.
La segunda es la cannabis índica, procede se Asia Central, de menor talla, hojas anchas, es más robusta, densa y aromática. periodos de floración de 45 a 60 días, cuyos efectos son más bien relajantes y analgésicos. La tercera es la cannabis ruderalis, oriunda de Rusia, Europa central y Asia central y adaptada a condiciones ambientales de baja temperatura y menos horas de luz, cuyo ciclo completo es de tres meses. Tiene un bajo contenido de componentes psicoactivos y uno mayor de componentes medicinales, su uso es para aportar sus cualidades de rápido crecimiento y floración cuando se la cruza con las dos variedades anteriores.[1]
Entre más lejos del Ecuador se daban estas plantas más rápida era su floración y más compacto su tamaño, con un diseño orientado al uso óptimo de la energía obtenida en las horas de sol.
En los últimos treinta años, los cultivadores han forjado sofisticados conocimientos y herramientas para controlar cada fase del proceso de cultivo y lograr la mayor supervivencia y crecimiento de plantas así como la mejor concentración y calidad de alcaloides en ellas. Sin embargo, recordemos que el cultivo es sobre todo un aprendizaje sobre procesos naturales que, bajo una variación de condiciones de temperatura, alimentación y humedad, generarán plantas sanas. También es cierto que podremos cometer errores muchas veces y que ello es una de las mayores oportunidades para aprender. Así que ¡manos a la obra!
El cultivo de la marihuana se puede dividir en las siguientes fases:
1) Selección y germinación de semillas
2) Trasplante y crecimiento
3) Floración y cosecha
4) Cosecha, secado y almacenamiento
Selección de semillas y germinación
A diferencia del comercio de plantas de marihuana, el comercio e intercambio de semillas es legal y puedes encontrar gran variedad de ellas en establecimientos especializados, tiendas en línea y clubes de cultivadores. Las semillas que encontrarás se pueden clasificar en tres grandes tipos: semillas naturales, semillas feminizadas y semillas auto-florecientes.
Las semillas normales están mezcladas entre femeninas, masculinas y hermafroditas, al sembrarlas tendrás oportunidad de crear tus propias semillas pero como te explicamos más tarde deberás controlar las plantas durante su floración y polinización si quieres lograr una buena concentración de alcaloides psicoactivos en las plantas femeninas.
Las semillas feminizadas son el producto de la manipulación de plantas femeninas con hormonas vegetales para producir solo semillas femeninas. Su ventaja es que su crecimiento es controlado y al no producir semillas, dedicarán más energía a la producción de alcaloides. Tienen como desventaja que a veces son inestables y que no podrás obtener de ellas semillas fértiles pero si puedes desarrollar una planta (“madre”) de la cual reproducir nuevas plantas a través de esquejes.[2]
Las semillas feminizadas autoflorescientes son como las anteriores pero están mejoradas con información genética para producir plantas con una floración más segura y rápida que no necesita cambios en la iluminación, requieren menos cuidados, son más pequeñas y discretas.[3]Se dice que son las ideales para cultivadores que se inician.
Para la selección de semilla tanto como para su germinación es importante haber decidido que esquema de cultivo realizarás si será en interior, con luz natural o artificial, si usarás un sustrato sólido o uno de hidroponía. En esta decisión juega también el clima que hay en el lugar donde vives, se debe asegurar que las plantas siempre tengan humedad y que la temperatura no baje de los 16o C. Las variedades de las sátivas e índicas te agradecerán días de 12 horas de luz, mientras que la ruderalis serán menos exigentes.
Debes tomar en cuenta que para iniciarte será más fácil cultivar en tierra en un interior con luz natural o un exterior protegido de sequía y viento extremo, de modo que las condiciones a manipular sean las menos. Aquí presentaremos cómo se hace un cultivo en tierra por ser lo más manejable al inicio.
La germinación se puede hacer remojando las semillas entre 12 y 24 horas antes de ponerla en sustratos o colocándola en el sustrato previamente humedecido. Hay quienes germinan las semillas entre papel absorbente mojado antes de colocarlas en la tierra para asegurarse que germinan correctamente. Sin embargo, cada vez que se manipula una planta se crea cierto nivel de stress, entonces mientras menos la muevas y cambies, sobre todo en este momento en que es particularmente frágil, será mejor.
Tanto en la germinación como durante su crecimiento se recomienda cuidar la calidad del agua de modo que si está demasiado clorada o es muy pesada, es decir portadora de minerales y otros sedimentos, puede afectar su desarrollo. Si este es el caso se puede mejorar la calidad del agua reposándola, filtrándola. El ph deseable para el agua que utilices en la germinación y el riego debe ser de entre 5.5 y 7.0.[4]
Los sustratos que puedes usar son tierra bien humedecida con un buen balance de materia orgánica de modo que esté asegurada su calidad nutricional y una porosidad adecuada para permitir que se desarrollen las raíces sin grandes esfuerzos. Se recomienda mucho el uso de bloques de turba comprimidos llamados jiffys, pues tienen una calidad óptima de nutrientes y porosidad, así como porque al transplantar no es necesario retirar la capa protectora.
Si te gusta reciclar hay varias opciones para construir semilleros, que también son efectivas, como te mostramos n la imagen siguiente.
Una vez germinadas las semillas tardarán entre 1 y 8 días en brotar según la variedad. Cuando han brotado debes esperar que crezcan hasta el doble de la altura de su envase, tenga varias hojitas y un tallo lo bastante firme para que las puedas sujetar de él sin hacer daño a la planta. En este momento las plantas ya habrán desarrollado un entramado de raíces que sobrepasará el espacio del semillero y estarán listas para extenderse en un espacio mayor.
Las raíces son el sistema de alimentación de las plantas, por ello su salud determinará la calidad de su crecimiento, por esta razón se recomienda agregar a la plata sustancias que fortalecen su crecimiento y las protege de hongos dañinos desde que comienza a brotar hasta que sus raíces han alcanzado un tamaño robusto. Estos aditivos se encuentran en el mercado pero también pueden fabricarse en casa.[5]
Transplante y crecimiento
Cuando trasplantes tus plantas, debes de cuidar que las raíces no reciban mucha luz solar o aire, no debes retirar la tierra que las rodea; será más fácil y menos traumático sacarlas del sustrato de germinación si este es suave y si no se han regado en el momento anterior.
Será mejor sembrar cada planta a la maceta en al que tendrán el resto de su desarrollo para evitar sucesivas manipulaciones de las raíces. Las macetas que uses depende tanto de la variedad que sembraste como de tus condiciones de cultivo, pero pueden variar entre los 11 y los 70 lts. Si tienes planeas crecer tu planta en un exterior, es mejor usar macetas blancas o marrones pues las negras pueden generar exceso de calor y afectar a las raíces.
Las macetas deben asegurar un buen balance de drenaje y humedad por lo que se recomienda ponerles en el fondo una capa de pequeñas piedras o materiales que permitan la filtración del agua residual. Durante el crecimiento la humedad óptima de la maceta será del 60% mientras que en la floración debe ser del 40%. La fase de crecimiento vegetativo la planta seguirá alargando sus raíces y desarrollando ramas y hojas hasta que llegue el momento de la floración, en el cual se recomienda apoyar el proceso con una fertilización. En este caso también existen muchas opciones comerciales y caseras para la alimentación de la planta.